Frutos Secos: las «chuches» ricas y sanas que NO engordan

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El otoño es como un suspiro que transcurre entre las castañas calientes de Todos los Santos y los turrones Navideños y para algunos es el único tiempo del año en que recuerdan que existen estos frutos oleaginosos que antaño se tomaban asiduamente por su excelente capacidad de conservación a lo largo de todas las estaciones. Los frutos secos han estado presentes en los platos, panes y repostería tradicionales de la península ibérica desde tiempos inmemoriales, formando parte de guisos, sopas, salsas, gratinados o bien en rosquillas, bollos, tartas y toda clase de golosinas dulces. Casi cada festividad religiosa tiene algún dulce típico de la efeméride que incluye almendras, nueces, pistachos o avellanas entre los ingredientes de su receta.

Sin embargo, durante unas décadas caracterizadas por la expansión planetaria de un modelo alimentario basado en alimentos procesados, los frutos secos han ido perdiendo relevancia en el consumo frente a golosinas excesivamente azucaradas y cargadas de grasas saturadas, siendo demonizados injustamente por su valor calórico alto, se los tacha  erróneamente de engordantes y por ello tienden a quedar arrinconados como caprichos navideños.

La Organización Mundial de la Salud considera óptimo un consumo de entre 30 y 100 gramos diarios de frutos secos mientras que en España apenas consumimos 6 gramos  por persona y día y una gran parte de la población no los consume prácticamente nunca. Aportan nutrientes valiosísimos combinados sabiamente de modo que nos aportan una gran sensación de plenitud en poco volumen y desencadenando un proceso metabólico que aportando calorías, gracias a la presencia de abundantes proteínas y fibras, se produce de manera lenta, gradual y armónica. Asi nos otorgan nutrientes y energía durante un lapso prolongado de tiempo sin que volvamos a tener hambre.

En las estaciones frías es altamente recomendable incluir un buen puñado de almendras, nueces, avellanas, piñones o anacardos en el desayuno o como un tentempié de media mañana. Podemos mezclarlos en el muesli o la granola o tomarlos untados sobre pan integral o tostadas en forma de puré, como los conocidos de cacahuete, o sésamo o la crema de avellana y cacao.  También podemos incluirlos en las ensaladas, como así también a sus diminutas hermanas oleaginosas: las semillas de sésamo, lino, chia, girasol o calabaza. Dan un toque crujiente exquisito si se agregan al pan rallado o la harina en rebozados o si se mezclan con queso o levadura para un buen efecto «gratinado».

Se pueden enriquecer sopas crema o purés de verduras agregando antes de batir o licuar un buen puñado de fruto seco o bien unas cucharadas de puré de sésamo o almendra, aumentando notablemente el sabor y la untosidad de la mezcla pero, sobretodo su valor nutricional, por ello lo recomiendo especialmente para niños, embarazadas, ancianos o personas debilitadas. Del mismo modo podemos enriquecer compotas de frutas o batidos.

Frutos Secos para embellecernos y mantenernos jóvenes!

Los frutos secos son muy ricos en vitaminas del grupo B y también en grasas poliinsaturadas, las famosas omega 3, 6 y 9, dando un perfil totalmente recomendable si queremos fortalecer la piel, el cabello, las uñas, o el sistema nervioso,  si estamos estresados,  o padecemos alergias o enfermedades autoinmunes, problemas cardiovasculares, hipertensión o dislipemias.

Incluir frutos secos en la dieta es garantía de antienvejecimiento por su perfil lipídico exquisito que favorece la integridad de las membranas celulares de todos los tejidos del cuerpo y por la presencia de tocoferol, precursor de la vitamina E antienvejecimiento, especialmente en almendras y avellanas.

Estos beneficios, sumados a su rico perfil mineral, abundante en calcio, magnesio, zinc y otros minerales de efecto positivo sobre la piel, las mucosas y el cabello explican porque los aceites de almendras, avellanas y sésamo han sido utilizados en aplicaciones externas para la belleza y la salud,  solos o en fórmulas variadas de cremas o bálsamos,  en todas las culturas históricas del mediterráneo desde los egipcios, los griegos, los árabes hasta nuestros días.

Apúntate a incluir este tesoro en tu dieta de manera cotidiana, atrévete a probar los que no conocías, se audaz en usarlos con imaginación e inclúyelos en combinaciones sorprendentes, pero siempre utilízalos en su estado más natural posible, crudos o ligeramente tostados, pero sin azúcar o sal que disminuirían su fabuloso poder salutífero.

 

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